El dinero que está perdiendo Rajoy (II)

 APENAS había colgado yo mi post sobre el dinero que pierde Rajoy en mis blogs, cuando ese  águila de mil cabezas que responde por futbolín, ya me había puesto como comentario en ellos ni más ni menos que una serie de artículos de un blog que creo que se llama Atlántico, como otro del presidente a la    Asociación europea de periodistas, Miguel Angel Aguilar.

Leídas que fueron ambas misivas, al principio, casi me acomete un complejo de inferioridad porque yo no soy, no he sido nunca y es muy difícil que sea nunca periodista, sólo soy un mal escritor que comenta como buenamente puede aquello del acontecer diario que suscita mi atención, y hoy había sido ese comentario de Margallo, que estoy seguro que ha sentado como un tiro al presidente, en el que afirmaba que éste está perdiendo mucho dinero con la política que podía estar ganando a espuertas con su honorable profesión de registrador.

 Después, como suele ocurrirme casi siempre, no sólo superé el complejo de inferioridad sino que lo cambié de signo y lo transformé en de superioridad.

 Yo no tengo más medios que usar para mis posts que la poca jodida memoria que me queda después de lo que mi neurólogo llama proceso degenerativo tipo alzheimer, y, por si fuera poco, no puedo echar mano a colegas y compañeros que me aclaren las dudas, de modo que si bien creo que el artículo de Aguilar no sólo es más sistemático sino también mejor informado, no sé, a mi me gusta más el mío no sólo ya por su espontaneidad sino precisamente por su carácter cuasi artesanal. Me explico.

 Yo utilizo para la confección de mis trabajos lo que algunos llaman la escritura automática. Escribo, sobre la marcha, todo lo que se me ocurre y corrijo muy poco, casi nada. 

 Y creo que es ésa no forzada espontaneidad lo que hace que mi trabajo, a mi, me plazca más que el de Aguilar, es más dúctil, más asequible, menos oficialista, más campechano.

 Y, al final, los dos trabajos vienen a decir lo mismo.

 Y, como no podía ser de otra forma, dado el egotismo ínsito en nuestra naturaleza, a mi me gusta más mi trabajo no sólo porque es mío, sino porque está mucho más de acuerdo con mi manera de ser, de escribir y de pensar.

 Y es que, como dijo aquel: “ca” uno es “ca” uno.

 

3 comentarios en “El dinero que está perdiendo Rajoy (II)

  1. LA CARTA DE PEDRO JETA
    PEDRO J. RAMÍREZ
    21/07/2013
    Algo que era sólido

    http://rsocial.elmundo.orbyt.es/epaper/xml_epaper/El%20Mundo/21_07_2013/pla_11009_Nacional/xml_arts/art_16592048.xml?SHARE=6C23C0F29C6C4F158F7CA6264B486305993C4DFA9436088A3ED889B763FEF4B59C0153CF831D52A5062CAFFF045A4F7CA4EB63116BE973E4ED481B7F91430D74EB0997215D8659D7DFF92CD4C8AC6BAD00D8727A74F47A21DD0EF90B2F7373E7

    «Es muy difícil llevar la contraria en España. Llevar la contraria no a los del partido o a los del bando contrario, sino a los que parecería que están en el lado de uno; llevar la contraria sin mirar a un lado y a otro antes de abrir la boca para asegurarse de que se cuenta con el apoyo de los que saben o creen que uno está a su favor; llevar la contraria a solas, a cuerpo limpio, diciendo educadamente lo que uno piensa que debe decir, lo que le apetece decir, lo que le parece indigno callar, sabiendo que se arriesga no a la reprobación segura de quienes no comparten sus ideas sino el rechazo ofendido de los que lo consideraban uno de los suyos».
    Un buen amigo, uno de esos pocos españoles con visiones transversales de las cosas, me regaló el pasado fin de semana el evangelio laico de Antonio Muñoz Molina Todo lo que era sólidoy en cuestión de horas descubrí que estaba de acuerdo con un 70% de sus reflexiones sobre lo que nos pasa –no está mal tratándose de un articulista que siempre ha publicado en la competencia– y desde luego con el 100% de lo que dice en los versículos 53, 54 y 55, dedicados a la pobreza del debate intelectual, y no digamos periodístico, en España. A ellos pertenecen estas citas «sisadas» hoy para, como dice Montaigne, «esmaltar y apuntalar» mi andamio argumental.
    «Es muy difícil no pertenecer a un grupo, a una tribu, a una patria, a lo que sea, con tal de que sea seguro y colectivo, de que ofrezca una protección incondicional, si bien al precio de abdicar del derecho al libre pensamiento: a cambiar de opinión, a no ajustarse a lo que se exige o se espera, o se da por supuesto de uno, a no aprobar todas y cada una de las cosas que hacen aquellos de los que uno mismo se siente más cerca».
    Desde su refundación en el Congreso de Sevilla del 90, el Partido Popular no sólo ha sido ese «grupo», «tribu», «patria» o, como yo decía el pasado domingo, «familia» a la que pertenecía Bárcenas, sino también el punto de encuentro de conservadores y liberales, el instrumento político de quienes cree-mos que el progreso de España no pasa por el intervencionismo de la izquierda. En las siete elecciones generales que han tenido lugar desde nuestro casi simultáneo nacimiento, EL MUNDO ha pedido el voto para el PP. Es verdad que siempre de forma condicionada y crítica, entreverada de desencuentros tormentosos como el que siguió a la decisión inicial de Aznar de no desclasificar los papeles del Cesid sobre la guerra sucia, de discrepancias sustanciales como la que nos llevó a oponer nuestras «cien razones» a la invasión de Irak o de decepciones amargas como la que venimos experimentando con el Gobierno de Rajoy por la tibieza de sus reformas y la perversidad de su política fiscal. Pero hasta hoy la burra siempre volvía al trigo.
    Los que in illo tempore sacaron tanto lustre a mis partidos de pádel con Aznar o a la famosa escena del balcón de Carabaña, habrían deshilachado la bayeta si alguno de los comunes amigos presentes hubiera descrito en 2007 el momento en que Rajoy y yo nos quedamos encerrados en una de mis dos bibliotecas por culpa de la dilatación de una inmensa puerta de madera cargada de libros por dentro. Todos vimos en ello una metáfora de cómo el director de un periódico con una agenda regeneracionista estaría siempre dentro del mismo recinto intelectual que el líder del PP y a la viceversa. De hecho, durante la campaña del año siguiente argumentamos hasta la saciedad en favor del triunfo de Rajoy y yo mismo pasé horas y horas a su lado en su despacho de Génova, en el metro, en el bar La Hemeroteca, en la Alameda de Santiago o en la plaza del Obradoiro buscando y encontrando al hombre que se autodefinía como «previsible, patriota, independiente, moderado y resolutivo».
    Es cierto que tras esa segunda derrota y a la vista de sus propias vacilaciones propusimos que se le aplicara la regla Adlai Stevenson y dejara el liderazgo con su respetabilidad intacta o intentara renovarlo de forma democrática –es decir, lo contrario de lo que sucedió en el congreso de Valencia–; y también es cierto que algún día le critiqué en términos tan crudos como para sentirme obligado a pedirle de inmediato públicas excusas. Pero concluidas esas escaramuzas, la realidad era que seguíamos encerrados en la biblioteca. No pasaban dos meses sin que cenáramos en casa de un mismo amigo común y, pese a mi buena química personal con Zapatero, EL MUNDO apoyaba nueve de cada 10 veces al PP en los meandros de su inexorable marcha hacia el poder.
    Se han dicho y seguirán diciéndose muchas tonterías sobre las distancias marcadas por Rajoy desde su llegada a La Moncloa. Todo lo que no fuera el destierro a 10 millas a la redonda, con amenaza de pena de muerte, como le ocurre a Falstaff cuando trata de acercarse a su antiguo camarada el día de su coronación, estaba ya más que amortizado. Quien sube al trono está obligado a hacer suyas las palabras del príncipe Hal: «Bien sabe el cielo, y el mundo se dará cuenta de ello, que he renunciado a mi conducta anterior y quiero renunciar del mismo modo a los que fueron mis compañeros». Si ocurrió con Aznar, ¿cómo no iba a ocurrir con Rajoy?
    La independencia de Rajoy respecto al total de los mortales, excluidos los diputados y cargos orgánicos del PP que a su vez dependen de él, vivifica en realidad el juego de la opinión pública pues nos libera a todos de la tendencia a ser comprensivos con aquel que se esmera en explicarnos sus actos. Pero la alternativa a la empatía y la complicidad política tampoco es el «a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga». Los problemas de España son de tal envergadura y la falta de alternativa, producto de la esclerosis del PSOE, resulta tan inquietante, que aunque Rajoy nos azotara no con el inane látigo de su indiferencia sino con el gato escorpión de nueve colas con que se desollaba a los amotinados, nos sentiríamos obligados a apoyarle a nada que introdujera rectificaciones como las que se vislumbran en el plan Soraya para las administraciones públicas, la reforma fiscal o la ley de unidad de mercado. Así era, así hubiera sido, hasta que el ex tesorero derribó la puerta de la biblioteca.
    «Entre nosotros, el debate civil está tergiversado por la hipocresía. También por una sincera decisión de no ver, tan continuamente ejercida que se convierte en un hábito. No ver lo que se tiene delante de los ojos. Negarse a verlo si a pesar de todo se le filtra a uno a la conciencia. Verlo y hacer como que no se ha visto y no decir nada para no ser acusado de apostasía, de haberse pasado al enemigo…».
    Pero algunos no servimos para eso. Desde que ayudé a mi amigo Ignacio Amestoy a montar hace 42 años El retablo de las maravillas como denuncia de la propaganda franquista sobre el «boom turístico español», he sentido aversión a los gregarios de Chirinos y Chanfalla. Lo siento, no está en mi naturaleza. A mí no me va a pasar lo que a aquel pope de la gauche divine que me dijo en su masía del Ampurdán que no leía EL MUNDO porque si sus amigos felipistas eran responsables de la guerra sucia, prefería no enterarse.
    Ahora los sobres no son de cal viva ni tienen personas dentro, pero el relato del ex tesorero es igualmente in-sos-la-ya-ble. Yo no busqué a Bárcenas; Bárcenas me buscó a mí. ¿Qué podía hacer? ¿Negarme a escucharle, fingir que su relato no encajaba con otros testimonios anteriores, ocultar a los lectores su versión y servir de palanganero al Gobierno como viene haciendo algún colega, guardarme el original de la contabilidad B para negociar «dedaditas de miel» con La Moncloa como hizo mafiosamente otro, ejercer de intermediario para restablecer la comunicación con el paterfamilias, a través de las ocho, 10, 12 visitas del réprobo a la sede de la redacción como hizo el de más allá? La flecha no estaba en mi carcaj, yo no la puse en mi arco; pero una vez en él, debía partir.
    En la página 52 del Libro de Estilo de EL MUNDO, coordinado por Víctor de la Serna en 1996, se pone un imaginario ejemplo extremo para ilustrar la importancia de las fuentes informativas: «Es evidente que el peso de una acusación de financiación ilegal de un partido político no es igual si la realizan fuentes que exigen el anonimato que si la hace el antiguo tesorero de ese partido». Ninguno de nosotros sabíamos entonces que existía Bárcenas, como tampoco sabíamos una década antes que existía Amedo. Pero sí sabíamos que de igual manera que nadie puede tener más credibilidad para desvelar la guerra sucia que el encargado de reclutar a los mercenarios, nadie puede resultar tan verosímil sobre el flujo de dinero negro como el encargado de recaudarlo, almacenarlo y gestionarlo.
    El PP ha sido durante más de 20 años algo que para mí era sólido. Una esperanza de regeneración frente a los desmanes de la era González, una garantía de firmeza y eficacia –pese a sus graves errores– durante los gobiernos de Aznar, una alternativa frente a la mala gestión y los desastres varios de las dos legislaturas de Zapatero –tampoco exentas, claro, de aciertos– y finalmente una referencia de lealtad adversativa, defendiendo su programa y combatiendo sus actos, durante estos 20 meses de Rajoy en el poder. Ha habido acuerdos y desacuerdos, encuentros y desencuentros, alegrías y decepciones, pero en ningún momento he dejado de ver al PP como el antídoto frente a los GAL, la negociación con ETA o los falsos ERE y, sí, el antídoto contra Filesa, Malesa y Time Export.
    Ahora no es que me caiga de golpe del guindo. Nunca pensé que sus finanzas fueran inmaculadas, nunca descarté que se recibieran algunos donativos ilegales o que alguiengurteleara con las adjudicaciones de obras. Pero de ninguna manera podía imaginar que ya desde aquellos años en los que la denuncia de las bolsas de dinero entregadas a Fali Delgado y los pagos de gastos electorales del PSOE mediante informes inexistentes se convirtieron en una de sus palancas para la conquista del poder, el PP estaba haciendo desde su propia sede lo mismo, de forma aún más burda y sistemática.
    Nada sería tan cómodo y agradable como que todo lo que nos ha contado Bárcenas, primero a mí, después al juez Ruz, fuera mentira. Pero para ello sería imprescindible que durante 20 años Álvaro Lapuerta –no olvidemos sus visés– y él hubieran estado preconstituyendo pruebas para utilizarlas en caso de apuro y entreverando en ellas conceptos verdaderos –todos los pagos ya admitidos por sus perceptores– con otros falsos, altamente embarazosos para los dirigentes con quienes colaboraban, departían e intimaban.
    En el apogeo de los años de plomo alegué que el felipismo no era «una plaga de langostas» sino el resultado de unas deficientes reglas del juego. Ahora me reafirmo en el diagnóstico, pero la regeneración requiere que la verdad vuelva a triunfar sobre el encubrimiento y estamos dispuestos a perseguirla otra vez con el mismo ahínco que entonces, concordando con Muñoz Molina en que «hace falta una serena rebelión cívica… para rescatar los territorios de soberanía usurpados por la clase política». Es verdad: «Se acabó el simulacro». Esta licuación del PP es el torrente imparable que desborda cualquier vaso.

  2. De Naniano estoy plenamente convencido que no pierde ni un duro, su perfil es el del avaro de Moliere, no me extrañaría que D. Luis sea su asesor en inversiones allende fronteras. El verdadero avaro jamás hace ostentación de su riqueza y suele llevar incluso los calcetines roídos, por lo menos eso cuentan los que conocen bien que tiempo atrás le sucedía al susodicho y está escrito por ahí,no me lo invento, que muy grande era su desaliño.

  3. EL TONTO MÁS ÚTIL QUE LA TROIKA PUDO SOÑAR
    Juan Tortosa
    http://blogs.publico.es/juan-tortosa/2013/07/21/el-tonto-mas-util-que-la-troika-pudo-sonar/

    21 jul 2013
    Fue ganar las elecciones y acto seguido tirar el programa electoral a la basura para ponerse a las órdenes de la troika en primer tiempo de saludo

    – Mira, Mariano, encabezas la única mayoría absoluta que tenemos en el sur de Europa, así que hazlo como quieras pero aférrate bien al puesto, olvídate de todo lo que has prometido y no te preocupes de nada más, que ya te apoyaremos nosotros -vino a decirle la Comisión Europea

    -¿Verdad que no quieres acabar como los griegos, ni como los irlandeses o los portugueses? -puede que le preguntaran, con estas o parecidas palabras, en el Banco Central Europeo

    – O como los italianos o los chipriotas? -rematarían en el Fondo Monetario Internacional. Claro que no. Pero tú eres listo y sabes que te conviene hacer todo lo que te ordenemos, ¿verdad que sí?

    Así le intentaba explicar yo a mi hija pequeña hace algunos meses -explicar, que no justificar, claro- la génesis del lío en el que nos tiene metidos Rajoy desde que ganó las elecciones. “Y a partir de ahí, y con la Merkel de vigilanta-jefa –continuaba yo diciéndole a mi hija, que tampoco es tan pequeña- empezó el rescate de los bancos, el culo en pompa a una organización de empresarios cuyo ex presidente Díaz Merchán está ahora en la cárcel, el machaque a los currantes, a los pensionistas, a los inmigrantes, a los colectivos más desfavorecidos… y el desmontaje a saco tanto de nuestro sistema de educación como del hasta entonces envidiable funcionamiento de la sanidad pública.

    Que a Mariano lo hayan forrado o no con billetes de color violeta en sobres marrones, verdes o azules, a la troika le importa un pimiento. Lo que querían era un tonto útil y éste les ha venido a huevo dada su acreditada capacidad para resistir embates, envites y chuzos de punta a miles que acabaran cayendo. El currículum del registrador gallego les garantizaba la capacidad de aguante y la desvergüenza imprescindibles para que, cuando no quedara más remedio que salir a dar explicaciones, fuera capaz de hacerlo invocando, por ejemplo, el mandato de cuatro años o la legitimidad electoral y soltarlo además con la naturalidad de quien se fuma un puro.

    Necesitaba también la troika alguien que consiguiera tener a raya a los 186 paniaguados que conforman la mayoría absoluta en el parlamento para que nadie se atreviera ni a rechistar cada vez que hubiera que tocar generala. Y parece que hasta ahora lo ha conseguido porque, aunque van apareciendo voces discordantes (Vidal-Quadras, Abascal, Aguirre, Rudi, Arantxa Quiroga, el presidente de la Diputación de Valencia…) qué casualidad que ninguno calienta escaño en el congreso de los diputados.

    Este es el Rajoy que, con moción de censura o sin ella, comparecerá más pronto que tarde para hablar de su historia de amor, fallida tras 20 largos años, con un proscrito al que estuvieron respaldando hasta anteayer mismo y con el que Mariano en persona se estuvo guasapeando incluso semanas después de estallar el escándalo.

    Tonto útil, sí. Pero también un figura. Un cínico de manual que tiene además el rostro de hacernos llegar que pierde dinero por dedicarse a chulearnos, mentirnos, putearnos y esconderse cada vez que le exigimos que responda de sus fechorías.

    Ya estás tardando, Mariano, en irte a tomar viento y poder ganar así todo el dinero que por nuestra culpa estás perdiendo. Ya te estás largando de ese sufrimiento que con tanta resignación dices llevar, del lugar donde te pusieron unos votos que conseguiste engañando y prometiendo lo que no ibas a cumplir con costosísimas campañas electorales que por fin empezamos a saber -aunque, la verdad, nos lo podíamos imaginar- de dónde salía el dinero que las financiaba.

    Hasta a la troika le has salido rana. A juzgar por los palos que te están pegando estos días en la prensa internacional que ellos controlan, parece que tu papel de tonto útil está empezando a tocar a su fin.

Deja un comentario