Bertolt Brecht:
“Y entonces ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo si no decimos nada sobre el capitalismo que lo origina?”.
Estoy en la cola, para retirar las recetas de crónicos, en mi centro de salud de la SS, y un señor me dice:
-Pero qué canallas son estos tíos, antes me llevaba 7 recetas, ahora, apenas 2.
-Y, mañana, tal vez, no es que no le darán ya ninguna sino que incluso no lo dejen entrar a v. aquí y, si entra a las bravas, enviarán a la fuerza pública para que lo echen a v. a rastras, después de haberle calentado un poco, como sucedió ayer en la televisión valenciana.
-¿Qué pasa, que ahora quiere v. reírse de mí? Me habla como si yo tuviera la culpa de todo esto.
-Es que creo que la tiene. U. y yo, por supuesto, pero v., a lo peor, tiene más culpa que yo, porque ahora mismo estoy tratando de convencerlo para que no acepte mansamente lo que nos está pasando.
-Y v., que es tan listo ¿por que no me dice lo que tengo que hacer?, porque no se si sabrá que este viernes, el Consejo de Ministros va a enviar a las Cortes, un proyecto de ley por el cual si v. va con unos amigos por la calle, nuestra gestapo le puede detener y luego multar por asociación ilícita o manifestación no autorizada, con un importe que, luego, tendría que estar trabajando toda su vida para pagar y, si no lo hace, o ellos no encuentran algo para embargarle, pena sustitutiva de cárcel para toda la vida, Dígame, por favor, v. que es tan listo, ¿qué es lo que podemos hacer en una situación semejante?
-No creo que yo sea más listo que v. si acaso sí que parece cierto que he leído algunas cosas que v. no, seguramente porque no le quedaba tiempo después de devorar Marca o el As, mire, uno de los más geniales escritores de la historia, Bertold Brecht, nos transmitía el diálogo de dos pacíficos ciudadanos alemanes, cuando Hítler, como estos nuestros hitlercitos de ahora, comenzaba a hacer de las suyas, el diálogo era, más o menos, como éste nuestro:
-“Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.
-Esta es la grandeza, pero también la tragedia, de los genios: ver siempre lo que nadie ve, saber siempre lo que otros no sabremos nunca, y no poder hacer nada para que la gente corriente, las personas normales, como v. yo, comprendamos que o seguimos lo que ellos nos aconsejan o viviremos siempre como esclavos.
-Pero es que a mí, con ese tío que v. cita, me ocurre lo mismo que con v., sí, está muy bien, él y v. tienen toda la razón del mundo, pero lo que yo quiero es que alguien me diga claramente lo que tengo que hacer.
-Si es cierto que v. ha visto que Brecht, o quien fuere, tenía razón y que yo también la tengo, váyase a casa y estése todo el día meditando y, luego, a partir de este momento, cada cosa que haga, piense v. las consecuencias políticas que va a tener; al principio, es difícil, pero, luego, cuando uno se acostumbra es tan fácil como respirar: no haga nunca nada de lo que ellos, los fascistas que nos gobiernan porque, a lo peor, usted mismo los votó o no fue a votar o lo hizo en blanco, puedan utilizar contra todos nosotros, sus víctimas inermes. Ya sé que esto es complicarse la vida, pero le aseguro que vale la pena y que, si todos lo hiciéramos, a lo mejor nuestra vida cambiaba decisivamente.